POJAZZ EN


jueves, 11 de febrero de 2010

ESPERANDO SOL EN NUEVA DELHI



5:30, madrugada en el aeropuerto de Nueva Delhi, arrastro los pies, las manos y la lengua. Huelo a Salamandra, un funcionario me mira antes de sellarme el pasaporte, no cree casi que soy español, le comento que he olvidado el gorro, la espada y el capote en casa. Único equipaje, un bolso mediano y una mochila escolar.
Salimos del aeropuerto, unos setecientos taxis esperan, salen, pitan, son taxis viejos, desgastados, negros como muelas picadas, creados pienso sobre los años treinta, el húmedo calor cae. El impacto visual es brutal, necesito fumar, voces, me agarro a la puerta y miro a PG, sonrío, de ella también de sus pupilas rebosan los estímulos visuales. !Hostia¡ solo apuro a decir.
Tras abonar un taxi-prepago salimos dispuestos a pisar India, toca hacer cola, no sin antes rechazar a buscadores de turistas que te acosan hasta el final. Entramos en el taxi, es una tumba abierta al asfalto, bellos y desvencijados que desprende un olor agrio. Tras dos intentos el taxista abre la puerta, tiene truco. Llueve, solo funciona uno de los parabrisas y observo como un niño el fin del cuenta kilómetros, marca ciento cuarenta kilómetros hora como velocidad máxima.
El asiento trasero me recibe con un muelle justo en el escroto.
El taxista nos deja en el interior del taxi, PG y el que suscribe nos miramos atónitos lo que las ventanillas nos ofrecía como paisaje. Vuelve pasados dos minutos con otro usuario, que monta en el sillón delantero, cobrara dos veces, me parece justo, humano y además el usuario parece un estudiante hindú de vuelta de un país europeo, denota pesimismo.
Salimos sorteando camiones, taxis, comienza nuestro conductor a tocar el claxon, desisto de contarlos a los cuarenta y cinco, pues aun no hemos salido del aeropuerto. Comenzamos a ver casas derruidas, accidentes, gente caminando por la autopista mientras nos adelantan por la derecha, izquierda, arriba y abajo, pero circulamos a sesenta kilómetros por hora, pienso que podríamos sobrevivir al accidente. Comienza la aventura.
Llegamos a nuestra zona Main Bazr, el taxista se niega a entrar, no hay tráfico, solo perros y unas cuantas personas con cara de conocer bien la noche.
Las calles son un barrizal, tanto el joven como yo exigimos llegar hasta el lugar donde nos quedaremos, así que presionamos al taxista.

Nos deja a unos cincuenta metros señalando un callejón, PG se agarra a mi brazo buscando seguridad los dos esperamos el momento del atraco. Lo que no sabe es que el miedo también se ha instaurado en mi sien, y por ello miro a los lados, me quito la mochila y remango mi camisa a la espera de un brutal combate. .- esto no es Malibú.- lo comento para sacarle una sonrisa, la necesita.
Caminamos por el callejón de la foto (que esta tomada al amanecer), el hotel es de menos cuatro estrellas, nada incluido. No hay habitación, nos responde un joven dormido al que acabamos de joder la noche. Cierto tampoco reservamos, le damos pena y nos lleva hasta otro cercano, tienen habitación, júbilo. Pido verla primero, como si fuera realmente a rechazarla, subimos, no describo la habitación, no la creerían. Extendemos las sabanas que hemos traído, nos tumbamos y no dormimos, sólo comentamos, reímos y aguardaos al sol, como un Dios entre ateos.

Desde Nueva Delhi, Russo Rodríguez.

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