Fatídico 19 de junio, muere el escritor y premio Nóbel Saramago y si resultara poco esto, nos deja Carlos Monsiváis . Ya para rematar a la Crapaud Maison, llega la música merengue, pasosdobles etc y una voz excesivamente cutre como su sonido de la fiestita del pueblo para rematar el día. Traspasa los cristales, y no deja ni un hueco para el silencio. Con respecto a Saramago, el diario oficial del Vaticano, L’osservatore Romano se dedica a insultar al Nóvel como “populista extremista de ideología antirreligiosa y anclado en el marxismo”, y claro mi risa no se ha hecho esperar, quizás anden frotándose las manos con su muerte, o frotándose otra cosa. Ya hubieran deseado ellos hacer Novel a Pemán, pero mira tú por donde que quizás el dios en el que ellos creen no tenía influencia en la decisión. Odio observar los libros en la estantería y calcular cuantos han muerto y cuantos no. Ahora hay dos en el bando contrario, Carlos Monsiváis deja su México querido, con una obra tan extensa en la que posiblemente llevará años reunir su obra, artículos etc. En cuanto a Saramago, esperaremos su novela póstuma.
Yo aliviaré con vino la noche, pensar que las neuronas no cargarán ideas y palabras a los cerebros de estos escritores me deja con un desconsuelo atroz, esas manos sin su lápiz, esos ojos sin páginas en blanco. Únicamente me consuela que la descomposición puntual y severa a la que somete la naturaleza a los cuerpos no podrá mientras el mundo gire descomponer ni un solo párrafo de estos escritores.
Con ganas de enseñar los dientes y mi pelo erizado para verlo huir con el órgano incrustado en su ojete, Russo Rodríguez.
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