Tus palabras caían llenándome la boca de almendras
y mis ojos no vacilaron en despojar lagrimas,
aquellas lagrimas escondidas tras los ojos
que violaron injustamente la madrugada.
Yo que nunca supe de remedios, me acosté
a poner fin a mi alma, despojándola de todo
cuanto poseo.
Así, tumbado extraje el ego como un suspiro
a la nada, colocándolo tras la cabeza.
Acto seguido no me costo colocar junto al ego
la ternura que quedaba, y en un acto heroico
también, acabaron alrededor de mi cabeza,
los besos.
Siguiendo la circunferencia, hacia la izquierda,
coloque la incertidumbre, que dejo paso, al miedo
y éste a su vez a las malas palabras, quienes al ver
que seguían el cauce de mi destino no rechistaron
por tener como compañero, silencio.
Así, y a media circunferencia realizada a los pies,
en un esfuerzo deje el odio, y a su lado, la amargura.
La pena, quedo en procesión con la frustración, que
por capricho exigió estar al lado de la sonrisa.
continué obstinado en seguir extrayendo de mi alma todo,
para dejarla sola, como en un acto puro, todos
los sentimientos buenos o malos. Y al término
de la extirpación:
YO
en el centro, ¡ni siquiera
podía oír! ¡no pude articular palabra!
y cuanto menos, moverme. No tenía nada…
Hasta las neuronas que ordenaban, salieron a disfrutar
del circulo, y yo, en medio, miraba sin comprender pues,
la comprensión, había quedado por ahí entre los pies y
las manos.
¡Yo, que nada poseo, excepto masa humana
en el centro de todos mis sentidos, ideas, y malos hábitos!,
Me di cuenta, que lo único que halle en mi estado de invalidez
emocional escondido,
agazapado, como un navajero en la noche, fue
tu alma.
Russo Rodríguez, foto witkin
